El 28 de diciembre de 1913, a Dimitrópulos Pirinchicov, comerciante griego radicado en New York, le hicieron una broma de los inocentes haciéndole creer que el Titanic no se había hundido.
Pirinchicov falleció en Michigan en 1925 pero todos los años viajaba a la ciudad de los rascacielos esperando que llegara el desafortunado barco.
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